1 de octubre de 2012

Lobos al amanecer

14 de septiembre de 2012

Amanece un día despejado en la cordillera Cantábrica, aunque ya refresca por las noches, preludio del otoño que se acerca. Despunta el Sol cuando instalo mi telescopio en un lugar prominente, para realizar una espera al lobo ibérico Canis lupus signatus en algún lugar de la cordillera.

Voy prospectando las brañas y brezales, donde los ciervos rojos Cervus elaphus están comenzando su celo, como así lo atestigua un buen ejemplar macho acompañado de su harén y que de vez en cuando brama para marcar su territorio frente a posibles rivales.

A las 7:55 h descubro en el denso brezal unas siluetas familiares. Un grupo de cachorros de lobo se mueve en la espesura. En total son seis ejemplares los que localizo, todos cachorros de este año. Están aún perezosos, poco activos, moviéndose sin rumbo claro. Pasados unos instantes, deciden moverse por la ladera, por encima del bosque, caminando uno tras otro hasta un sector contiguo más abierto, con matorral menos denso y pequeños parches de pastizal. Dos de los cachorros parecen reacios a moverse, aunque también ellos acaban desplazándose.

La sombra de la ladera va retrocediendo a medida que el Sol va cogiendo altura y para cuando llega la luz solar hasta el grupo de hermanos, estos ya están entretenidos con sus juegos. Mordiscos en las patas, peleas y manotazos son sus juegos, adiestrándose para la vida de superdepredador. Van rotando en cuanto a la pareja de lucha y en un momento dado juegan de dos en dos, tres parejas de baile, jugando cada dúo cerca del otro.

Así permanecen hasta las 8:35 h, cuando parecen cansarse de tanto juego y descienden unos metros por la ladera hasta el borde del bosque, donde se sientan y descansan por separado o en parejas, pero no muy lejos unos de otros. Finalmente a las 8:50 h se ocultan en el bosque.

A las 9:05 h los vuelvo a descubrir en el denso brezal donde los viera al comienzo de la mañana. De pronto aparecen en escena dos ejemplares adultos y conjuntamente con los cachorros se ocultan en el bosque, de donde ya no los vería salir. Poco después recojo el material óptico y desciendo hacia la furgoneta con la retina llena de lobos.

4 comentarios:

  1. Menuda envidia de observación. ¡¡Quién pudiera!!
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué buena experiencia esta que relatas y compartes con nosotros! ¡Casi nos hemos sentido un poco cerca de esa juguetona familia!
    Un saludo desde Pucela.

    ResponderEliminar
  3. Sin palabras. Gracias por compartir la escena y hacer que nos la podamos imaginar.
    Un saludo.
    Antonio Córdoba

    ResponderEliminar
  4. Gracias por vuestros comentarios, me alegro mucho de que haya gustado la crónica. Saludos ¡¡¡

    ResponderEliminar