Comienza a amanecer cuando llego a la cordillera Cantábrica, con el objetivo de hacer una espera al lobo ibérico Canis lupus signatus. Hace unos meses localicé abundantes rastros de la especie en un sector determinado del valle y una vez pasado el bullicio del verano (que no el excesivo calor) y que los días empiezan ya a acortarse, decidí hacer una espera en la zona en cuestión, por si sonaba la flauta.
Aparco la furgoneta, cargo a la espalda la mochila con el teles y el trípode y comienzo a caminar ladera arriba hacia el punto donde voy a instalar mi puesto de observación. De camino sorprendo tres ciervas Cervus elaphus en un pastizal y una liebre del piornal Lepus castroviejoi que se oculta en un escobal.
Tras un último repecho, llego por fin a mi atalaya, con una buena perspectiva de la zona que pretendo prospectar. La luz va aumentando y la actividad de las aves también. Comienzan a volar buitres leonados Gyps fulvus y chovas piquirrojas Phyrrocorax phyrrocorax y diferentes grupos de ciervos, aún separados hembras de machos, se alimentan en las brañas y brezales. Un corzo Capreolus capreolus ladra en el interior del bosque.
Son ya las 9h y se avecina otro día de calor, parece que no va a haber suerte esta vez. Pero cinco minutos después, repasando un denso brezal, algo se mueve ahí. Sí, son lobos, una hembra adulta acompañada de varios cachorros, al menos tres. Juguetean y se mueven dentro del brezal, perdiéndolos de vista pocos minutos después.
Intento localizarlos de nuevo pero nada, hasta que a las 9:23h vuelven a aparecer más a la izquierda, esta vez en una pequeña braña y con un matorral menos denso, lo que me permite tener una mejor observación. Se trata efectivamente de una hembra adulta acompañada de sus cachorros, pero no son tres sino cinco los lobatos, de aproximadamente cuatro meses de edad.
Juegan entre ellos y con su madre, cual cachorros de perro. Se mordisquean, se lanzan uno encima del otro, se persiguen. La madre también participa en estos juegos. Después de unos minutos, a las 9:34h la hembra levanta la cabeza y fija su mirada hacia una cabecera de bosque contigua. De él sale un macho adulto, su pareja. La hembra al verlo primero levanta la cola y la cabeza, para después hacer un pequeño gesto de sumisión y dar la bienvenida al macho con alocadas carreras en círculos, en las que también participa el macho y como no, los cachorros.
La hembra parece alegrarse del regreso de su compañero, como si pensara, otro día más has conseguido sobrevivir al hombre. El macho seguramente habrá estado cazando por el entorno las horas previas.
Ahora los siete juntos, se dedican a jugar, el macho se tumba y los cinco cachorros se le echan encima. Se levanta y poco después se introduce en el bosque, a donde le siguen la hembra y los cachorros y de donde ya no los vería salir. Seguramente se encamaron allí ante el incipiente calor.
Afortunadamente he visto a la especie en frecuentes ocasiones, pero esta observación de la familia lobuna ha sido una de las más impresionantes y seguramente la recordaré para siempre. Suerte lobos, la vais a necesitar.